Por primera vez tuve la oportunidad esta Semana Santa de contemplar la salida del Cristo de la Expiración de Triana desde fuera de las filas de nazarenos. No fue una decisión premeditada pero el caso es que llegué justo a tiempo de ver salir por la puerta al Señor.
Bajo un sol radiante en un Viernes Santo atípico la figura del Cristo se recorta sobre el limpio cielo azul.
Lo acompañé por la calle Castilla hasta pasado Chapina.
Soy de los que piensa que el Santísimo Cristo aparece mucho mejor con su corona de espinas y sus potencias, y que debería llevarlas siempre. Los que tenemos la fortuna de conocerlo de cerca sabemos que su portentosa cabeza está tallada para llevar la corona. Por otra parte las potencias son un símbolo de la Divinidad de Cristo que complementan el mensaje catequético que representa la Imagen Sagrada.
Después volví sobre mis pasos y estuve contemplando el paso de la Virgen del Patrocinio casi desde la salida.
Un detalle de los candelabros de cola, los más grandes de Sevilla con diecisiete luces cada uno.
No puedo ser objetivo a la hora de describir tan portentoso paso de palio, en cuya ejecución participaron muchos artistas sevillanos a lo largo del siglo XX desde el palio estrenado en 1923 hasta la candelería terminada en la década de los noventa.
Atravesando el río por el puente que lleva su nombre, volví a buscar al Cristo por el de Triana.
Allí tuve la oportunidad de realizar estas fotografías al contraluz.
Una vez recorrido el puente, el Santísimo Cristo se adentra en la calle Reyes Católicos.
Ya de noche en la calle Sierpes llegando a la Plaza de San Francisco.
La Santísima Virgen sale también de Sierpes, deslumbrante con toda su candelería encendida.
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